SOBRE LA PRIMERA EDICIÓN

El contenido de esta propuesta ha sido recogido en una primera edición que consiste en un libro impreso, con fotografías de los oficios que inspiraron los cantos y de los artistas que los interpretan en esta grabación, diversos textos (en italiano) que explicitan nuestra propuesta, acompañado por un disco de 14 piezas musicales. La misma fue elaborada en alianza con la editorial italiana Itaca, el Maestro Aquiles Báez, la Fundación Bigott, la CDO Opere Sociali, Venezuela. Lavoro e Persona y la firma Antequera Parilli & Rodríguez.  

Fue presentada en Italia, con un encuentro público y un concierto en la cuatrigésima edición del Meeting de Rimini, y un segundo concierto realizado en la cárcel de máxima seguridad de Padua junto con la Cooperativa Giotto, en agosto de 2019. 

PRESENTACIÓN DE LA PRIMERA EDICIÓN

VENEZUELA. IL POPOLO IL CANTO IL LAVORO

Escuchar, o, aun mejor, cantar los cantos de un pueblo nos hace participar de su historia, de sus esperanzas y de los sufrimientos que marcaron y marcan su vida. El canto nos lleva a una identificación profunda y llena de compasión; podemos ver las sonrisas y las arrugas en los rostros, las manos forjadas por el trabajo y tendidas para abrazar al amigo, los ojos llenos de la luz de una alegre espera o borrosos por las lágrimas de dolores inesperados.

Nos mueven las palabras, las historias y las imágenes, pero tal vez nos hablan aún más las melodías, los ritmos, las entonaciones, todo cuanto da a la música la capacidad de entrar en lo profundo de nuestro corazón. Cada canto nos mueve de manera distinta, con evocaciones particulares, suscitando pensamientos y sentimientos nuevos. Esa es la paradoja del canto: une a las personas más distintas a través de su unicidad y nos hace vivir momentos singulares que nos abren a mirar más allá de nosotros mismos, a mirarnos dentro de un horizonte infinito, en el que cada una de nuestras experiencias verdaderas encuentra la luz que ineludiblemente esperamos.

El valor inestimable de este libro y del cd radica justamente en la oportunidad de poder compartir con el pueblo venezolano su historia, y de volvernos partícipes del momento dramático que está viviendo. Muchos de los músicos que interpretaron estas piezas y de las personas que colaboraron en la publicación, comenzaron por un punto preciso: ayudar al músico Francisco en la construcción de su trabajo, en un país donde todo es difícil.

Siguiendo fielmente esta exigencia, su deseo y su talento, se multiplicaron las posibilidades de apoyar y participar en este proyecto, en el que se involucraron profundamente cada una de las personas: quien canta, quien toca, desde quien escribe hasta quien edita; en una implicación gratuita. A través de cantos que expresan una vitalidad irreducible, se vuelve posible ayudar a personas que enfrentan con libertad y creatividad circunstancias que están lejos de ser fáciles y favorables.

La belleza del arte sostiene a quien mira a la belleza de la vida, cuando el gris de la indiferencia y el negro de la violencia tratan de ofuscarla.

La genialidad personal y popular que se expresa en estos cantos –bien subrayada en las explicaciones de Francisco– no es solo bálsamo para las heridas de un pueblo, sino también savia vital para la libertad de quien quiere colaborar a su renacimiento.

La Asociación Civil Trabajo y Persona es el punto de origen de este proyecto. Me encontré con Alejandro Marius por primera vez, justo en el año en que la fundó. En ese que fue mi primer viaje a Venezuela, lo conocí a él, a su familia, a sus muchos amigos.

Aún recuerdo aquel momento en que me presentó personas con una dignidad tan clara y tan fuerte, que les permitía enfrentar problemas y desafíos de dimensiones considerables sin ser determinadas por ellos, con una creatividad sin sombra de resentimiento o resignación y una admirable inteligencia humana.

En este libro, Alejandro nos ofrece una mirada sobre su vida, que nos permite entender cómo el trabajo más que una obligación es un don extraordinario, para que nuestra vida se haga más bella y útil al mundo. Todo su compromiso siempre ha sido el de favorecer que el trabajo sea una posibilidad de crecimiento personal y profesional, para que cada uno pueda volverse más protagonista de su vida y de la vida social. Este compromiso se ha concretado gracias a un intercambio de reflexiones con Madre Cristiana Piccardo, cuya experiencia laboral se recoge en el libro y nos hace existencialmente presente la grandeza, o más bien la belleza del trabajo, incluso del trabajo manual.

Gracias a Francisco, a Alejandro y a sus amigos, y gracias a los músicos de este cd, podemos comprender de nuevo que algo crece bien si se valora cada elemento particular, si se sigue cada exigencia de modo verdadero, o sea en la perspectiva de su cumplimiento. En lugar de administrar las vidas de los demás, es mucho más fascinante servir a los talentos, a la espera de bien y de verdad que su vida nos ofrece como sorpresa y don. Entonces lo que mueve es la gratitud y no la pretensión de convertirse en la fuente de cada ayuda y sustento.

Esta modalidad se refleja también en el método con el cual se comparten las peticiones y las necesidades de los amigos venezolanos. Servir a ellos para que puedan quedarse en su país y volverse cada vez más protagonistas de su historia, podría enriquecernos también a nosotros, europeos, nosotros que tenemos, en apariencia, necesidades diferentes, que nacen de heridas menos visibles, pero muchas veces no menos profundas.

Lo que nos une, lo que nos conmueve también en estos cantos, es la evidencia de que la vida cambia, florece y se comunica por una fuerza de atracción, por una belleza, por una verdad que aparece en una circunstancia particular, pero que no depende de esa circunstancia y que justamente por eso permite transformar la realidad incluso cuando todo parece decirnos que es imposible.

Entonces, nuestros amigos de Venezuela pueden ayudarnos también a entender mejor lo que Fiódor Dostoyevski quería decir cuando afirmaba que “la belleza salvará el mundo”.

Bernhard Scholtz
Presidente Compañía de las Obras

 

INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA EDICIÓN

SERVIR AL PROTAGONISMO DEL OTRO

«La aventura de un libro comienza cuando se pone el punto final», le escuché decir a la directora del Gran Museo del Mundo Maya en un viaje que hice a la península de Yucatán en México. Y la verdad es que tantas veces, en mi experiencia, cuando creo terminar una obra o haber llegado a cierto status, debo comenzar de nuevo. La vida es un constante renacimiento y verificación de aquello a lo que estamos llamados; la vida es vocación, por eso no puede ser estática, está siempre en movimiento.

Mi experiencia de trabajo ha sido así. Comencé a trabajar desde muy joven en la construcción de nuestra casa, luego repartiendo volantes, cobrando cuotas de la asociación de vecinos, vendiendo de todo; a la vez, con una gran pasión daba clases de física y matemática. Luego me gradué de ingeniería electrónica, estudié un postgrado y trabajé durante 15 años en el sector de telecomunicaciones en Venezuela y América Latina.

Este es un punto de partida no solo inspirador y poderoso, sino que fue de gran ayuda para poner en perspectiva la tarea que sentía como llamado. Luego de evaluar muchos escenarios y riesgos, tuve el coraje de decir «yo» y fundar, el 20 de febrero de 2009, la Asociación Civil Trabajo y Persona.

«Promover el valor del trabajo y la dignidad de la persona» es la misión de esta asociación que ya se encuentra presente en varias regiones del país y que tiene tres áreas de acción: el desarrollo de programas sociales para la educación al trabajo de jóvenes y mujeres en situación de vulnerabilidad; la sostenibilidad de la educación para el trabajo; y finalmente, pero no menos importante, porque es algo que impregna todo, la promoción de la cultura del trabajo en Venezuela».

La concepción del trabajo y de la persona no pueden ser neutras ni relativas, por lo tanto, no puede ponerse en segundo plano, porque normalmente están determinadas por la mentalidad común y por la ideología dominante. De manera sintética se podría decir que para nosotros «el trabajo es una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra», como afirma san Juan Pablo II en la Laborem exercens; y que «la naturaleza de la persona es relación con el infinito», como lo afirma Luigi Giussani en su obra El sentido religioso. El ser humano es mucho más que los factores biológicos que lo constituyen, es el punto irreductible de la creación donde se juntan la razón, el afecto y la libertad.

Viajé por muchos países, conocí gente fascinante, implementé proyectos interesantes, cerré buenos negocios y tenía un puesto de trabajo bien remunerado con un jefe en Italia, libertad de trabajo remoto y no dependía de vivir o no en Venezuela. Pero no era suficiente, me sentía llamado a algo más.

El mejor método para que una persona se mueva es hacerse las preguntas adecuadas sobre cualquier aspecto de la vida. Cuando digo que la vida es vocación, es justamente porque la realidad nos pone ante una serie de datos y hechos que despiertan en nosotros preguntas que, si las tomamos en serio, hacen que nos movamos.

Corría el año 2007; día tras día se hacía más fuerte en mi la pregunta sobre qué significa ser esposo, padre y ciudadano en una realidad como la venezolana. Aunque mi carrera profesional iba bien, todo lo que veía alrededor en mi país no me dejaba indiferente, porque la realidad, precisamente por su dramaticidad, no deja de ser provocadora. A través de ella Dios llama a cada persona, de manera misteriosa, indicándole una finalidad específica y una tarea totalmente personal en la vida.

Esto pasó en mi vocación para el trabajo a través de relaciones muy concretas que me ayudaron a poner las preguntas adecuadas y dar los pasos hacia lo que era llamado. El diálogo con mi esposa, Alexandra, que me veía feliz cuando me dedicaba a las actividades sociales, la amistad con el padre Leonardo Grasso y otros amigos fueron fundamentales, pero sin duda algo que marcó mi vida profesional fue, y es, la amistad con Madre Cristiana Piccardo y la comunidad del Monasterio Trapense Nuestra Señora de Coromoto, ubicado en el estado Lara, en Venezuela.

Madre Cristiana, haciéndome preguntas, me ayudó a interrogarme sobre muchos aspectos de mi vida, a repasar y a redescubrir mi pasión por el trabajo, la educación y la relación con otras personas para emprender. Estaba fascinado por la experiencia benedictina que plantea el valor del ser y el hacer de cada ser humano. La conocida frase Ora et Labora, sintetiza el valor del esfuerzo humano y la consistencia de su ser, lo conecta con el cosmos y le da sentido a su obrar.

El contexto y el inicio de San Benito de Nurcia indican también el valor de transformar la realidad, un proceso que tiene como protagonista a cada persona. En una crisis mucho más profunda que la que nos toca vivir en Venezuela, San Benito generó una verdadera revolución cultural que es plasmada de manera magistral por san John Henry Newman:

«San Benito encontró un mundo social y materialmente arruinado, y su misión fue ponerlo otra vez en su lugar, no con métodos científicos, sino con medios naturales, no con la pretensión de hacerlo en un tiempo determinado o utilizando un remedio extraordinario o por medio de grandes gestas, sino de un modo calmo, paciente y gradual, trabajo que muy a menudo permaneció oculto hasta que estuvo terminado».

Las formas pueden cambiar en el tiempo, porque la realidad cambia, pero esta esencia que originó a Trabajo y Persona es lo que intento proponer a quienes trabajan conmigo y que de alguna manera se permea a nuestros aliados. La persona tiene que estar en el centro de todo, porque es por quien trabajamos y eso solo es posible si nos encontramos con otros y trabajamos juntos. No existe un proyecto o programa social que desarrollemos solos, o incluso, que sea con un único aliado. Los programas de formación relacionados al turismo, agricultura, carpintería, tecnología, belleza, chocolatería, mecánica y gastronomía, hasta el programa más reciente de formación de cuidadores del adulto mayor, han sido definidos e implementados con aliados como universidades, centros de capacitación, empresas, gremios, bancos, entes de cooperación y otras fundaciones o asociaciones.

«Educamos protagonistas del bien común» es el eslogan de Trabajo y Persona y expresa todo el potencial que tiene el ser humano de encontrarse a sí mismo y modificar su entorno colaborando con otros. Esta conciencia del «yo» como persona protagonista, es decir: responsable, libre y con coraje de arriesgar y poner todo de su parte para trabajar y construir, es el mejor antídoto frente al populismo y estatalismo que intenta sustituir lo que la persona, por su cuenta y asociándose con otros, puede dar como respuesta a sus necesidades.

Al cumplir diez años, queríamos retomar los orígenes y volver a poner en el centro el valor de la persona y su trabajo. Nos dimos cuenta que para reconstruir un país no solo hace falta un buen gobierno, una sociedad civil organizada, empresarios responsables, muchos emprendedores, profesionales y personas apasionadas por los múltiples oficios productivos, sino que también necesitamos de la belleza.

Como decía el gran poeta polaco C.K. Norwid: «La belleza existe para fascinar el trabajo, el trabajo existe para renacer». Para reconstruir un país es necesario reconstruir la persona. Con esa intuición nace este proyecto.

Valiéndose de mi ignorancia en cuanto a la cultura musical y mi practicidad de ingeniero, Dios me pone en el camino a Francisco, un joven guitarrista de jazz que quiere vivir de su trabajo como músico en un país que se derrumba en la peor crisis de su historia. Cada vez que él salía a tocar con una banda ponía en riesgo su instrumento de trabajo, la guitarra, y su vida; además, que el pago solo le alcanzaba para comer y beber esa noche y pagar el taxi de regreso a su casa. Las preguntas vuelven a surgir: ¿es posible vivir de la música en Venezuela, o simplemente tiene que irse del país como lo hacen muchos? ¿Qué significan el deseo de belleza y sensibilidad cultural de Francisco? ¿Qué tiene que ver eso con Trabajo y Persona? ¿Cómo ayudarle para que él pueda responder a su vocación?

Aprovechando un viaje a Italia, en el Meeting de Rimini del año 2018, junto con mi amiga Mónica le hicimos la propuesta a nuestro amigo Eugenio Dal Pane, a sus hijas Elisa y Daniela, involucrando también a Michael, que es un joven músico como Francisco, para que nos ayudara a entender cómo responder a este desafío.

Lo que tienen en sus manos es un ejemplo más del ciento por uno, aquí y ahora, porque ha superado cualquier tipo de pronóstico que podíamos haber calculado: muestra la belleza de la tradición del canto venezolano y sus paisajes asociados al trabajo.

El proyecto ha involucrado músicos, artistas y personalidades venezolanas del más alto nivel, que provienen de diversas experiencias religiosas e ideológicas, dirigidos por el afamado músico y compositor Aquiles Báez, que ahora es un amigo y ha hecho suyo este proyecto; se fusiona con la experiencia benedictina dándole un recorrido único; y ha permitido la convergencia de distintas organizaciones para alcanzar un objetivo común.

Y como si fuera poca toda la belleza del proyecto en sí mismo, quisiera rescatar dos aspectos novedosos y transformadores: el cambio en la vida de Francisco y el renacer de mi conciencia sobre el protagonismo de la persona.

En menos de un año Francisco ha dado un giro a su profesión: convirtiéndose de un intérprete de jazz y profesor de guitarra a coordinador de un proyecto cultural complejo, donde han participado músicos y artistas que de otra manera habría sido muy complicado conocer y aún más poder trabajar e interpretar piezas junto a ellos. De este modo ha podido experimentar en primera persona la conciencia sobre el valor de la cultura del trabajo y de la música venezolana, y se le han abierto posibilidades profesionales sin límites.

Por otro lado, esta experiencia me ha confirmado la convicción de que vale la pena servir al protagonismo del otro, porque de esa manera no solo crece él como persona y profesional, sino que crece mi conciencia del método necesario para cambiar al mundo: el cambio de una persona.

Mi deseo es que el punto final de este libro, la imagen que quede grabada en la memoria del lector y la nota de la última canción, sean la inspiración para que comience una nueva aventura para descubrir el valor de cada persona y su trabajo, y de esa manera florezca el bien común en Venezuela y, por qué no, en todo el mundo.

Alejandro Marius
Fundador y presidente de Trabajo y Persona

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