“La esperanza de un cambio se cocina a fuego lento en el presente, con las manos de mujeres que son protagonistas para construir el bien común.” Así comienza el Recetario con Impacto Social diseñado a partir de nuestro más reciente proyecto en la ciudad de Mérida, porque para Trabajo y Persona esta idea expresa varios conceptos pertinentes no solo para el oficio de la gastronomía.

Los cambios en las personas y sus comunidades son como esos platillos deliciosos que deben ser cocinados poco a poco, a fuego lento. Por ello, es fundamental tener presente el valor del tiempo que juega a favor, y no en contra, especialmente cuando tenemos la tentación de acelerar los procesos que se involucran en los fogones, sin tomar en cuenta que se puede “quemar” lo que con tanto esfuerzo estamos preparando.

Lo bonito de todo ese proceso es que ocurre en el tiempo, pero se reconoce en el instante presente. Es en el ahora donde se construye, donde se pone todo en juego y se puede tomar conciencia de lo que hacemos. Es en el instante presente cuando se puede reconocer el valor de algo que es más grande que todo el esfuerzo que ponemos y llena de significado la realidad y la persona misma. Lo que nutre es siempre preparado con las manos de quien desea un bien para otros.

Aquí entra en juego otro factor que se hace evidente en la cocina: el valor del trabajo. Esa interacción con cada ingrediente, el detalle desde su selección hasta el modo de preparar y combinarlos. La relación entre quien cocina y el plato a preparar se vuelve una armonía amorosa para expresar todo su conocimiento, su estado de ánimo y, en cierta forma, su propio ser. En la cocina queda evidenciado el trabajo como relación entre la persona y lo que tiene entre sus manos, así como como también es posible vivir la misma experiencia en tantos otros oficios.

Quien trabaja con una conciencia así, se convierte inevitablemente en protagonista de su vida y poco a poco, como una buena levadura, comienza a crecer e impactar en su entorno. De esa forma se convierte en alguien que fomenta esas ganas de trabajar y vivir, impregnando a su familia y progresivamente a su comunidad. Se convierte en protagonista de un bien común.

Finalmente, la esperanza, si bien es un don de Dios, también se aloja en cada persona por lo que le corresponde a cada uno reconocerla, verificar su pertinencia y, finalmente, hacerla suya. Pero para tener certezas sobre el futuro (esperanza), es necesario realizar un recorrido personal que nos permita tener certezas en el presente.

Es posible la esperanza de un cambio que se cocina a fuego lento porque en el presente es posible reconocer, cada vez más, a personas que viven como protagonistas de su vida.