«Los emprendedores sociales no se contentan sólo con dar el pez o enseñar a pescar. Ellos no descansarán hasta revolucionar la industria de la pesca”. Esta frase de Bill Drayton, fundador de Ashoka, transmite una visión de largo plazo que mueve a mucha gente, e ilustra lo que estamos haciendo en Trabajo y Persona.

Sin duda, nuestra misión es “enseñar a pescar”, pero, con el tiempo, estamos descubriendo aspectos que emergen de la propia experiencia. Nos encontramos trabajando con quienes dan el pez, y, también, con quienes quieren hacer las cosas distintas, y juntos se genera un cambio que va más allá.

Un ejemplo de esto es lo que está ocurriendo con Gastronomía 360. Formamos mujeres en situación de vulnerabilidad, quienes además pertenecen a comunidades donde hay comedores para niños llevados adelante por aliados nuestros. Entonces allí se incentiva no sólo el capacitarse en un oficio para conseguir un trabajo digno, autoemplearse o emprender, sino que se educa a la solidaridad en el lugar donde comen sus hijos u otros niños de la comunidad. En esta sinergia ocurren muchas cosas que favorecen la sostenibilidad, la creatividad en las recetas y el impacto en la buena alimentación. Además, crece un clima de compañerismo y trabajo en equipo cuando estas mujeres van a cocinar juntas para los niños de la comunidad: se comparten recetas y hasta se apoyan cuando una tiene un pedido de servicio y no puede atenderlo sola.

Pero esto no se queda allí, porque se introduce otro factor fundamental: la colaboración. Los institutos culinarios donde se capacitan las mujeres involucran a otros chefs, y ellos a los restaurantes donde trabajan, y luego entran los periodistas gastronómicos, las empresas de alimentos, universidades, asociaciones gastronómicas y diversos actores que ahora comienzan a trabajar juntos. Entonces un chef le da una beca a una emprendedora gastronómica para que se profesionalice, un restaurante contrata a otra como proveedora, una empresa de alimentos patrocina a otra para que use sus productos, se generan pasantías, y hasta eventos a nivel nacional para dar a conocer sus productos.

Ahora imaginen que esto no sólo se da en la gastronomía, sino en diversos sectores de la economía. Sin duda es un cambio que apunta al largo plazo, pero requiere el protagonismo de todos.

De esta manera, comienza a generarse un tejido social colaborativo y solidario que permite superar rivalidades, en el que la lógica de la competencia salvaje baja la guardia y se construye el bien común, al mismo tiempo que se favorece el bien de cada uno.