A inicios de este año, la Universidad Católica Andrés Bello realizó la encuesta PsicoData 2023 y uno de los datos más alarmantes fue que para el 81% de la población, no se puede confiar en la mayoría de las personas. En ese momento fue una noticia que causó mucho debate y abrió muchas preguntas sobre los motivos de esa percepción por parte de la gente. Este es un tema grave porque la palabra confianza proviene del latín confidāre, que en el fondo es tener fe, creer en el otro. 

Pero entonces, ¿qué sentido tiene retomarla luego de tanto tiempo? La verdad es que en los últimos meses hemos implementado proyectos donde, precisamente, la confianza ha sido un elemento importante. Se ha comenzado una relación con aliados nuevos, en comunidades donde no habíamos estado, con personas que tenían referencia de nosotros, pero no habíamos trabajado nunca juntos. Al inicio existía algo de escepticismo, pero desarrollando las actividades se fue generando una confianza recíproca, especialmente por parte de las comunidades que comenzaban a ver una posibilidad de mejorar sus condiciones de vida. Dar oportunidades para que las personas aprendan un trabajo y puedan ejercerlo es el inicio de un proceso donde pueden volver a tener fe, creer en ellos mismos y en los otros: construir confianza.

En ese sentido, trabajando de verdad por el otro, sin chantajes o juegos de poder, nos hace ver que ganarse la confianza de personas que han sido tan olvidadas es posible. El verdadero desafío es mantener los proyectos para que no sean iniciativas espasmódicas. Lo sabemos muy bien, no es sencillo, porque son muchos los factores que se deben dar para hacerlos realidad y poder darles continuidad. Sin embargo, ya hemos demostrado que no es imposible. Es por ello que seguimos intentándolo, aún sin los recursos económicos mínimos. Las evidencias salen a la luz en estos boletines con los testimonios y logros de nuestros egresados, por quienes hacemos el mejor esfuerzo para apoyarlos.

Remontar ese 81% de desconfianza es una tarea crucial para nuestro país. Es verdad que quienes tienen el poder económico, político y social tienen gran influencia, pero no podemos dejar en manos de otros algo tan importante para nuestra vida. Todos tenemos responsabilidad en la construcción de una confianza mutua. Porque sin ella no existen relaciones familiares que resistan mucho tiempo, y lo mismo pasa en la escuela, en la comunidad, en la cultura, dentro y entre organizaciones y, al final, entre sociedad y estado. 

Fiarse del otro es uno de los dones más bonitos del estar juntos. Por ello, no podemos renunciar a nuestra cuota de responsabilidad de construir lazos que generen confianza, porque a partir de allí comenzamos a creer en el otro, a tener fe y, por consecuencia, la esperanza de poder construir un mejor país, juntos.