En mi experiencia personal, emprender es la expresión libre de una persona que ama su trabajo e identifica una solución (bienes y/o servicios) que, de manera colaborativa, puede satisfacer necesidades de otras personas. Para mí es una bendición que desde 2009 ese ímpetu se mantenga intacto, aunque, sin duda, ha cambiado de forma.

Una de las cosas que agradecía mucho en mi trabajo era llegar primero a una nueva comunidad, estar en el proceso creativo de las soluciones junto a nuestros aliados, pensar en los contenidos de los cursos e incluso dar algunas clases. Sin embargo, eso en el tiempo ha evolucionado de una manera que me ayuda a tomar conciencia de que, en el fondo, si bien soy el fundador, Trabajo y Persona es una obra que está en manos de otros; y si continúa, es gracias a Dios.

Uno de los retos que hemos tenido este año es llegar a dos estados nuevos en nuestro país, especialmente a comunidades indígenas y a poblaciones fronterizas donde se viven situaciones humanamente extremas. Al inicio, hicimos una investigación sobre la pertinencia de oficios de acuerdo al mercado, intereses y gustos de las personas; sin embargo, el feedback no parecía muy positivo. Existen muchas carencias de servicios públicos, depresión por la crisis económica y a la vez una difundida cultura de asistencialismo. Los pronósticos no eran muy alentadores, pero seguimos adelante. Además, para mí implicaba el sacrificio personal de no poder ir a estas nuevas comunidades y entonces tener que conocerlas a través de nuestros colaboradores. 

La sorpresa ha sido que, nuevamente, la realidad superó cualquier idea: comunidades que se organizaban para que nuestro equipo atravesara un pantano y llegara para dar los cursos, sorprendentemente comenzaron a florecer oportunidades de nuevos oficios involucrando aliados locales y un gran entusiasmo de las personas. Incluso, me cuentan que la gente estaba feliz con las clases de desarrollo humano donde tratamos temas como “el honor del trabajo” o el conocimiento del yo y la realidad. 

La aparente apatía a estudiar y aprender nuevos oficios, es decir, aceptar nuevas oportunidades para mejorar su vida, ha sido atravesada por una propuesta capaz de despertar las ganas de cientos de personas. Y una de las cosas que me alegra más es que el principal instrumento no he sido yo, porque han sido nuestros colaboradores que han hecho suya la propuesta de “Trabajo y Persona”. Por ello, un sacrificio se convierte en algo bueno para la vida, porque el verdadero amor por una obra es tener la libertad para que otras personas la hagan suya también. 

Esto me recuerda lo que dice G.K. Chesterton en su libro La ética en el país de los duendes: “El milagro de la humanidad, en cuanto tal, resulta siempre más fascinante que todas las maravillas particulares del poder, la inteligencia, el arte o la civilización”.