Editorial

“Dentro de las crisis están las grandes oportunidades”. Esta es una de esas frases que ya se han repetido tanto, que no se conoce con precisión su autor. Sin duda la referencia a Einstein tiene mucho sentido, porque lo primero que hacen los científicos generalmente es partir de la observación y una hipótesis a validar, no de un perjuicio, una queja o del problematizar en exceso la realidad. Pero, ¿este es un privilegio sólo para los genios? ¿cómo podemos ver las oportunidades cuando todo es tan complicado?

Viviendo dentro de una crisis tan profunda, donde con la información que manejamos no vemos una salida clara, en muchas ocasiones nos domina la objeción o la queja, y cuesta maravillarnos de lo que sucede frente a nuestros ojos. No se trata de minimizar los desafíos personales, laborales y familiares que a cada uno le toca vivir, pero pareciera que la mayoría de las veces la realidad dejó de ser aliada y se ha convertido en enemiga.

De cara a este gran desafío, existen dos factores claves que vale la pena tomar en cuenta: el conocimiento de la realidad y el de nosotros mismos.

En primer lugar, la postura que se tiene frente a la realidad es determinante para conocerla: al igual que los científicos, el punto de partida es usar los sentidos y observar lo que pasa. Sin embargo, muchas veces queremos ponernos en marcha y actuar, saltándonos ese primer paso fundamental. Esto aplica no sólo a nivel personal, sino en diversos ámbitos de la vida como, por ejemplo, a la hora de emprender (con o sin fines de lucro): escuchar de qué se queja y qué necesidades tiene la gente, qué servicios, productos o soluciones hacen falta, es fundamental para entender la realidad que nos rodea.

De manera complementaria está el autoconocimiento, o mejor aún, la autoconciencia de nosotros mismos. Este es un camino muy fascinante y constituye un tema muy sensible, porque la mentalidad común califica a las personas, definiendo parámetros y modelos de “éxito” y aspiración de lo que “debemos” ser. En muchos casos hemos perdido una mirada tierna hacia nosotros mismos y desconocemos, o queremos tapar esas “grietas” que son incómodas, para de esa manera poder encajar en determinados contextos o dinámicas comunitarias. Para emprender pasa lo mismo, tenemos que tener muy claro no sólo “lo que nos gusta”, sino en qué somos buenos y en qué no. Nada es censurable, porque justamente en la carencia es donde puede comenzar una aventura de aprendizaje y de colaboración con otros.

Miremos todo, a todos y a nosotros mismos con gran apertura, porque como dice Leonard Cohen, “hay una grieta, una grieta en todo; así es como entra la luz”.