«Un árbol continúa creciente y, por lo tanto, continúa cambiante… Los anillos más interiores del árbol son todavía los mismos que cuando era un árbol joven; ya no se ven, pero no han dejado de ser centrales. Cuando del árbol nace una rama en su cumbre, no se separa de las raíces de la base; al contrario, cuanto más crecen sus ramas, con más fuerza necesita ser sostenido por las raíces. Es la verdadera imagen del progreso vigoroso y saludable de un hombre, una ciudad o toda una especie».

Estas palabras de G.K. Chesterton también aplican a las instituciones, y periódicamente es bueno retomar el valor de las raíces del árbol para favorecer el crecimiento armónico de las ramas, flores y frutos que nacen en cada temporada. En Trabajo y Persona cada febrero estamos de aniversario, y ya son 13 años para celebrar, agradecer a Dios y reconocer el esfuerzo de todos los colaboradores, junto a la confianza de nuestros aliados y amigos. 

La fuerza cambiante de los vientos (pandemia, guerra, procesos migratorios, cambio climático, desarrollo tecnológico y aumento de las desigualdades), hace cada vez más complejo el crecimiento de nuestras instituciones para poder dar frutos. Gracias a Dios la sociedad civil es tan variada como las especies de árboles y su rica biodiversidad: algunos son flexibles al viento como las palmeras, pero con raíces débiles; otros más frondosos con menos flexibilidad, pero enraizados como para vivir cientos de años; lo fundamental es que frente a los momentos complejos que nos toca vivir, si bien diferentes y trabajando en diversos ámbitos, cada organización mantenga su esencia y el rol que le toca cumplir para construir el bien común.

En ese sentido, podríamos decir que las iniciativas que surgen de la sociedad civil organizada, son tan importantes como los árboles para el medio ambiente. Partiendo de la base logran generar un bien para todos.

Por este motivo, en este momento histórico es más importante que nunca recordar y retomar nuestra misión: promover la cultura del trabajo y la dignidad de la persona. Y aunque esto se pueda desarrollar de diversas maneras (que crezcan diversas ramas que florezcan y den frutos), y que la educación sea un proceso clave (como la conducción de la savia dentro del árbol), no debemos apartarnos de nuestras raíces, y eso tiene mucho que ver con lo que entendemos por trabajo y la persona.

Para nosotros el trabajo es concebido como una necesidad humana que, como cualquier otra actividad, afecta a toda la persona y no sólo a algunas de sus facultades o dimensiones. A través del trabajo el ser humano transforma el mundo, colabora con el plan de Dios, produce riqueza y bienestar, configura a la sociedad y, por otro lado, forja su carácter, desarrolla virtudes y aptitudes, y se autorrealiza; es decir, se hace más persona.