“Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, solo deberían pensarse como respuestas pasajeras”. Esta afirmación del Papa Francisco (EG 202), alerta cómo al prolongarse este tipo de proyectos en una realidad específica, existe el gran riesgo de generar un ambiente que no favorezca la responsabilidad, independencia y libertad de las personas, dejándolas a la merced de algún tipo de poder.

En situaciones extremas, como la crisis que vivimos en Venezuela, es necesaria la ayuda humanitaria de emergencia, pero al igual que un río necesita dos orillas para que el agua fluya, se oxigene y genere vida, es imperativo que a la asistencia se le acompañe con programas orientados al desarrollo donde la educación es clave; porque al faltar esa orilla el río se convierte en un pantano.

Para que esto ocurra es imprescindible tener una mirada más amplia del problema y que sume desde el primer instante de la emergencia. Los entes multilaterales y de cooperación internacional, gobiernos y fundaciones internacionales pueden lograr mejores resultados a corto, mediano y largo plazo, si trabajan subsidiariamente con actores locales. Esto se evidencia por dos motivos fundamentales:

• Quien está más cerca de la gente y sus necesidades puede entenderlas y atenderlas de manera más eficiente que una entidad distante o recién llegada a un país.
• Si se tiene una visión de largo plazo orientada al desarrollo y no solo de dar respuesta a la emergencia, se debería intentar fortalecer los actores locales para que, una vez finalizada la emergencia, puedan seguir dando respuestas a necesidades estructurales.

Esto se puede dar en distintos niveles y tipos de instituciones. La descentralización dentro del Estado es un ejemplo claro de subsidiariedad, orientado a desarrollar competencias en instancias regionales y locales, al igual que en la relación entre Estado y Sociedad Civil, donde diversas instituciones no gubernamentales pueden dar respuestas más eficientes y efectivas si se les ofrece ese espacio de libertad. Ocurre en el sector empresarial cuando se favorecen incubación de empresas que se inserten en la cadena de valor con modelos de negocios inclusivos, y también dentro de las mismas ONG cuando en vez de hacer crecer desmesuradamente una institución específica, se establecen alianzas con organizaciones regionales o locales para trabajar colaborativamente y estar cerca de las comunidades. 

Por estas razones, la subsidiariedad “es el antídoto más eficaz contra cualquier forma de asistencialismo paternalista” (Caritas in Veritate, 57) y permite sentar las bases para un desarrollo humano integral, apostando a la libertad de las personas y el valor de trabajar juntos para dar respuestas creativas, solidarias y participativas.