“Si alguno de los hermanos, esté donde esté, cae enfermo, los otros hermanos no lo abandonen, sino desígnese un hermano o más, si fuere necesario, para que le sirvan como querrían ellos mismos ser servidos; pero en caso de extrema necesidad, pueden dejarlo al cuidado de alguna persona que quede obligada a atenderle en su enfermedad”. Este décimo punto de la Regla de San Francisco de Asís escrita en el siglo XIII está lleno de sentido común, porque a nadie le gusta que lo atiendan mal o que lo abandonen cuando se encuentra enfermo.

A la compleja situación que estamos viviendo en Venezuela, se agrega el fenómeno de muchos niños y adultos mayores que se quedan solos porque sus familiares se van del país. De aquí es que se plantea el tema de cómo acompañar y comenzar a dar respuesta a esta necesidad, porque la hermandad que cita San Francisco de Asís podemos aplicarla a la familia, al vecino, a la comunidad o a la sociedad civil organizada.

Son muchas las familias venezolanas que estando fuera del país o por el mismo ritmo de la vida, no pueden cuidar a un familiar enfermo y necesitan buscar a alguien para que le sirva como querría él mismo ser servido. Tengo un amigo que cuida a sus vecinos enfermos llevándolos a diálisis tres veces a la semana y estoy seguro que no se ha leído la regla del santo patrono de Italia, pero lo hace por un sentido de humanidad que brota de la experiencia misma de vivir la caridad: “El sentido más verdadero y profundo de la vida es un don que se realiza al darse”, decía San Juan Pablo II.

Esta no es una tarea fácil porque hay que tener dos cosas importantes: vocación y preparación. La vocación es un don que se descubre en el tiempo y que es necesario cultivar, y la preparación se puede hacer de diversas maneras, y en Venezuela no existen muchos estudios especializados para cuidadores que tengan una impronta que conjugue lo técnico con lo humano.

Siendo espectadores de esta necesidad, varias instituciones quisimos dar un paso adelante como protagonistas de una pequeña solución: formar personas, que hayan identificado en ellos esta vocación de servir al otro, a través del Diplomado Cuidadores 360.

Ningún inicio es fácil y por ello queremos hacer nuestras las palabras del mismo San Francisco de Asís: “Comienza haciendo lo necesario; luego haz lo posible y de repente estarás haciendo lo imposible”, porque aún en la situación más compleja y dramática “toda la oscuridad en el mundo no puede apagar la luz de una sola vela”.