Según datos del informe «Perspectivas de la población mundial 2019 de las Naciones Unidas», en 2050, una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años (16%). En 2018, por primera vez en la historia, las personas de 65 años o más superaron en número a los niños menores de cinco años en todo el mundo. Se estima que el número de personas de 80 años o más se triplicará, de 143 millones en 2019, a 426 millones en 2050.

El fenómeno de esta nueva longevidad, combinada con el descenso de la tasa de natalidad, está configurando una nueva demografía a nivel mundial. Este fenómeno, junto a las migraciones, los cambios tecnológicos y el futuro del trabajo, es de los principales desafíos con los cuales se enfrenta la humanidad en esta primera mitad del siglo XXI. 

En la mayoría de las culturas ancestrales y religiones, se preservaba el valor y sabiduría del anciano como factor fundamental en los procesos de cohesión social, memoria y preservación de tradiciones, y hasta en su gobernabilidad. Sin embargo, hoy presenciamos cómo se descarta a los adultos mayores de los principales ámbitos de la vida y se considera “una carga”, un “gasto social”, basada en motivos sólo cuantitativos de productividad, y se exalta la figura del joven-adulto como el principal factor de impacto en el desarrollo.

“La juventud es hermosa, pero la eterna juventud es una alucinación muy peligrosa. Ser ancianos es tan importante —y hermoso— como ser jóvenes. Recordemos esto. La alianza entre las generaciones, que devuelve al ser humano todas las edades de la vida, es nuestro don perdido y tenemos que recuperarlo. Ha de ser encontrado en esta cultura del descarte y en esta cultura de la productividad.” (Catequesis sobre la vejez, Papa Francisco).

En este ámbito tenemos 3 grandes desafíos con la nueva longevidad y el cambio demográfico:

• • La relación intergeneracional para favorecer el diálogo entre niños, jóvenes, adultos y adultos mayores, para poder aprender mutuamente y encontrar el valor que cada uno aporta al desarrollo de la humanidad.
  • Desarrollar políticas públicas e iniciativas de diversos sectores para la atención de los adultos mayores que lo necesiten, no sólo con cuidados a quienes sufren alguna afección de salud o condición particular, sino con la gran enfermedad de nuestro tiempo: la soledad.
  • Además de los proyectos de asistencia, poder desarrollar de manera creativa iniciativas de “existencia”, donde podamos favorecer y aprovechar el potencial de los adultos mayores, su sabiduría y ofrecerles expectativas de vida digna.

“El otoño (de la vida) es una segunda primavera, cuando cada hoja (cada persona) es una flor (valorada y expuesta con toda su dignidad).” Albert Camus