La realidad se impone de manera dramática teniéndonos como espectadores y protagonistas de una crisis sin precedentes donde nadie puede esconderse, porque incluso quedándonos en casa tenemos que sacar las cuentas con lo que estamos viviendo.

Pero, ¿es la primera vez que nos encontramos así? Como individuos y como seres humanos hemos sufrido períodos difíciles donde incluso el dolor ha permitido que emerja un bien. La humanidad ha sufrido pestes, guerras, caídas de imperios, grandes desastres naturales y ha tenido la capacidad, no solo de levantarse, sino de valorar lo positivo, cambiar y construir.

Cuando se nos cambian los planes viene a mi mente la frase que Shakespeare pone en boca de Hamlet: “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tu filosofía”. 

La realidad se impone a nuestras ideas y sueños, y permite, no sin dolor, que se generen nuevas ideas y formas de ver las cosas, si somos fieles al impacto que esta produce en nosotros. Como emprendedor social no puedo negar la impotencia de no poder hacer más por mi familia, mis colaboradores, mis amigos y en general por las personas; pero esta realidad es tan potente que despierta en mí muchas preguntas:

¿Cómo van a hacer las personas que viven de su trabajo diario? ¿Estamos frente a una recesión mundial inminente? ¿Cuál será el impacto en el trabajo durante y después del codiv-19? ¿Cómo podremos seguir educando para el trabajo en un país donde la conectividad y el transporte son limitados?

Estamos forzados a detenernos y repensar todo, desde la manera como nos relacionamos con el otro, nuestro trabajo y como cuidamos nuestra casa común. Dice el Abad Lepori: “Detenerse, significa encontrar el presente, el momento que se nos pide vivir ahora, la verdadera realidad del tiempo, y por lo tanto también la verdadera realidad de nosotros mismos, de nuestra vida”.

Es el tiempo del ser para mirar el quehacer o descubrir el ser dentro de lo que hacemos. Es el tiempo de descubrir la contribución que cada uno da al mundo, desde el valor que tiene la existencia de un enfermo en un hospital que reza por todo el mundo, pasando por quien le toca quedarse en casa, hasta los gestos de solidaridad y ayuda a los que más lo necesitan en este momento.

Nuestro trabajo (el hacer de nuestra vida), es más libre, creativo, participativo y solidario si parte de la autoconciencia del ser; algo de otro mundo que pueda dar sentido al pasado, presente y futuro de nuestra vida, y sea una fuente de esperanza”; porque como dice Julián Carrón, “solo cuando domina en nosotros una esperanza fundada somos capaces de afrontar las circunstancias sin huir”.