«Ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo». En esta afirmación contundente del papa Francisco en su encíclica Laudato Sí (2015) y reiterada en la Fratelli tutti (2020), queda claro el distanciamiento de políticas populistas y una preferencia hacia el acceso a un trabajo digno para todos.
Para que esto ocurra es importante que confluyan varias cosas: ganas de trabajar por parte de las personas, empresarios que inviertan para generar empleos dignos, un estado que garantice e incentive un entorno propicio, organizaciones de la sociedad civil con múltiples propuestas, etc. Pero además de todos esos factores, es importante que exista una visión común para promover una cultura del trabajo, y alejarse del asistencialismo que destruye a las personas y las ponen a merced de cualquier tipo de poder.
En Venezuela estamos viviendo una situación que fácilmente se puede catalogar de “urgencia”, como se citó al inicio, pero que ya ha durado mucho tiempo. Por lo cual se justifica la ayuda a los más pobres, y de hecho se están haciendo numerosas iniciativas, pero insuficientes para la dimensión del problema. Sin embargo, al igual que son necesarias dos riveras para el cauce de un rio, no se puede dejar de lado el ofrecer oportunidades para que la gente trabaje y pueda progresar, o al menos vivir, por su propio esfuerzo.
De cara a desafíos de esta envergadura, los emprendedores sociales como yo conocemos una sola fórmula: comenzar con pasión y convicción en nuestro metro cuadrado de influencia, aprender siempre de la realidad, y si funciona, escalar junto de la mano con otros.
Nunca descartemos el impacto de las cosas pequeñas, frágiles y aparentemente sin incidencia pública; un ejemplo de esto es la flor del cacao. Algo pequeño, muy bello y destinado a desaparecer para que nazca su fruto: la maraca de cacao. Hasta aquí llegaría la belleza de la creación, pero tenemos la herencia de generaciones de personas que, gracias a su trabajo, han logrado producir chocolate. A partir de una flor muy frágil, se puede lograr la sonrisa de millones de personas en todo el mundo.
Esta misma lógica nos ha inspirado en Trabajo y Persona, como se documenta en este boletín de distintas maneras. Pequeñas iniciativas que se traducen en vidas cambiadas y que comienzan, poco a poco, a cambiar a otras. Inspirados por esa convicción comenzamos un proyecto cultural en el año 2018, que recopila cantos de faenas venezolanos con un sonido contemporáneo, para contagiar las ganas de trabajar y generar muchas sonrisas, igual que el chocolate. El tema promocional de este proyecto es una composición del maestro Aquiles Báez, y precisamente se llama: Venezuela, Eres la flor del cacao.
Los animo a identificar cuál es nuestro punto de partida (nuestra flor) y pongámonos a trabajar, porque hacer que el mundo sonría es posible si todos ponemos nuestro granito, en este caso, de cacao.