Quisiera poder subir y bajar de la famosa pirámide de Maslow en milisegundos, ponerla de cabeza, a girar sobre su propio eje o convertirla en algo que supere la geometría, porque los acontecimientos de América Latina durante el mes de octubre me llenan de preguntas.

Para quienes vivimos en Venezuela, con la magnitud de la crisis que nos toca vivir y los problemas de cada día, es fácil perder de vista los problemas en otras latitudes, inclusive en nuestros pueblos hermanos del continente latinoamericano. Lo que está sucediendo demuestra que incluso en otros países, que se dibujaban como paradigmas de bienestar para cualquier venezolano, existen muchas desigualdades, exclusión y falta de oportunidades para todos.

¿Es posible que todo se resuelva manteniendo buenos indicadores económicos? ¿Basta con que los servicios públicos funcionen bien y exista oportunidades de educación y trabajo? Me viene a la mente el diálogo entre Arthur y su terapeuta en la película Joker cuando le dice: “No escuchas, ¿verdad? Simplemente haces las mismas preguntas todas las semanas”. ¿Quién está escuchando de verdad el drama de nuestros pueblos? ¿El problema se reduce en atender, desde el Poder, las necesidades fisiológicas (base de la pirámide de Maslow) e ir subiendo poco a poco de nivel? Pareciera que la lógica del bienestar, que es el sueño de todo venezolano, es necesaria pero no suficiente para estar bien.

La falta de sentido y relativismo en el cual estamos inmersos, producto de un nihilismo generalizado parece absorbernos y homologarnos, y en el caso de Venezuela, reducirnos a luchar para sobrevivir. Pero siempre acontece algo imprevisto que atraviesa todo, pone las cosas en su lugar y la pirámide comienza a revolucionar.

Quienes estamos entregando nuestra vida para que la gente pueda vivir mejor gracias a su trabajo, tenemos la ventaja de toparnos con frecuencia con hechos concretos y cotidianos que surgen incluso desde el dolor y la injusticia. No tenemos esa exclusividad, porque es una experiencia que todos podemos hacer, pero nos exige tener una gran sensibilidad para escuchar, mirar y seguir.

¿Hay alguna experiencia a tu alrededor que valga la pena escuchar, mirar y contar? ¿Existen buenas noticias con las que puedas levantarte cada mañana? Sin llegar a ser un Víctor Frankl o Maximiliano Kolbe en la Segunda Guerra Mundial, los invito a mirar más allá de las circunstancias que nos tocan vivir y descubrir el sentido de las cosas, porque no da igual vivir de una manera u otra.