Llegamos a los 15 años de vida y hay muchos agradecimientos, aprendizajes, cambios y esperanzas.
Agradecimiento a quienes han motivado el nacimiento de Trabajo y Persona, y colaboraron en el discernimiento de mi vocación profesional hacia el servicio a los más vulnerables, impulsar su protagonismo a través del trabajo y entonces la recuperación de la dignidad humana. A todos los que han colaborado de una u otra manera a que esta obra se haya mantenido en el tiempo, creciendo en la conciencia de su valor en la sociedad venezolana. Especialmente a todos los colaboradores que la han hecho suya.
Aprendizaje especialmente de la realidad, tan cambiante y desafiante en un contexto como el venezolano; seguir los deseos de salir adelante de la gente, plantearnos modalidades nuevas para responder a necesidades en constante cambio; aprender de la experiencia y novedad que cada colaborador o aliado introduce en nuestra propuesta educativa, cultural o de sostenibilidad.
Porque en una “sociedad líquida”, como define Zygmunt Bauman, donde todo cambia y cada vez hay menos certezas, siempre me acompaña la canción “Todo Cambia”, escrita por Julio Numhauser y popularizada por Mercedes Sosa, y que dice: “cambia todo cambia … , pero no cambia mi amor, por más lejos que me encuentre…”. Porque en Trabajo y Persona hemos cambiado mucho en las formas pero no en la esencia. Al inicio en 2009 nuestro principal proyecto era construir un centro de capacitación sostenible, donde las personas vivieran la experiencia educativa y productiva al mismo tiempo; sin embargo, la realidad se encargó de que no fuera factible y nos dedicamos a servir a los centros que ya existían en diversas regiones de nuestro país. Luego, comenzamos formando chocolateras y ellas nos llevaron a los productores de cacao; las consecuencias de la migración nos llevaron a estar más atentos a las necesidades de las personas mayores a través de la formación de cuidadores. Un caso particular han sido las emprendedoras de la belleza, que nos enseñaron que desde la solidaridad, con iniciativas de sus colegas desde Italia para que ellas se formaran, nacen gestos de amor más allá de todas las lógicas de cooperación. De la misma forma, las iniciativas para valorar el trabajo a través de expresiones culturales como la música y la imagen.
Todo cambia, pero cuando retomamos el valor del trabajo como factor fundamental en el desarrollo de la sociedad, y lo bien que le hace trabajar a cada persona, nos damos cuenta que eso permanece en el tiempo. Cambia la forma, pero no la razón de ser de Trabajo y Persona: no cambia nuestro amor.
Y todo esto llena de esperanza, porque la certeza de un futuro bueno, no obstante las dificultades de siempre, parte de la certeza de un presente que nos toca vivir como un regalo de amor. Y si es así, damos lo mejor de nosotros, y en mi caso puedo repetir con Fito Páez: “quién dijo que todo está perdido… yo vengo a ofrecer mi corazón”.